e pasar a ser un Presidente que nunca logró replegarse, que se metía hasta en los detalles más ínfimos de su gobierno, que copó todos los diarios, redes y pantallas posibles, Sebastián Piñera se fue para la casa el 11 de marzo y hasta esta semana, en que el Rechazo ya ganó, no había vuelto a aparecer en el debate público. Dice que la decisión fue suya, y que, a fin de cuentas, fue “mucho menos difícil de lo que yo creía”.
La oficina de Apoquindo 3000, piso 18 -al cual sube tres veces al día por las escaleras, según dice-, está llena de cajas. En las próximas semanas se mudará a Vitacura y empieza otra etapa, una donde quiere viajar a dar charlas en el extranjero, donde piensa reintegrarse a la academia en alguna universidad, y en la que, sin ser candidato “nunca más”, seguirá atento a los hilos de la política.
-Cuando uno deja el gobierno, tiene sentimientos muy encontrados. Por una parte, una cierta nostalgia del gobierno, de estar a cargo, la adrenalina, el contacto con la gente. Pero también uno siente un gran alivio del ‘no gobierno’. Ese peso que estaba sobre los hombros y que ahora está sobre los hombros de otro, es una sensación de alivio. Ese cruce de sentimientos me facilitó mucho el haber tenido un periodo de seis meses de mayor tranquilidad y estar en silencio.
¿Cómo manejó la ansiedad?
Es difícil, pero fue menos de lo que yo creía. Muchos me decían ‘no vas a cumplir ese compromiso de silencio’, y yo les decía ‘lo voy a cumplir’. Pero dejar La Moneda no significa que la vida se acabe. He tenido meses extraordinariamente intensos y llenos de desafíos.
¿Cómo vive la pérdida del poder?
El poder es como el dinero, uno lo puede tomar de dos maneras: como un fin en sí mismo, y se transforma en una droga, en que uno necesita más y más y más. O como un medio para hacer cosas, y ahí se transforma en un elemento de libertad. Yo siempre he tenido claro que es un medio…
¿Seguro?
Seguro.
Nadie le cree que se le haya quitado el hambre por el poder. Lo mismo con el dinero.
Bueno, no es así, pero cada uno puede creer lo que quiera. Hace mucho tiempo que me alejé del mundo de los negocios y he dedicado todo mi compromiso al mundo de lo público. Pero cuando uno lo toma como un medio es un elemento de liberación. Por tanto, yo perdí un medio, no un fin.
¿Se puede dejar de querer más y más?
Como le decía, el poder como el dinero, cuando se toman como fin, son adictivos. Como la droga. Pero la verdad es que yo pensé mucho, porque todo el mundo me decía que cuando uno deja el gobierno tiene un bajón, puede tener depresión, pérdida… A mí no me pasó nada de eso.
¿En serio?
En serio. Todo lo que le estoy diciendo es verdad. Y hemos seguido en contacto permanente con los exministros, con los exsubsecretarios, preocupados por los temas públicos y de defender al gobierno, porque normalmente los gobiernos entrantes descargan toda su artillería sobre el gobierno saliente, y es bueno que haya un contrapeso para responder. Muchas cosas que se dicen no son verdad. Por ejemplo, que habría ido un avión a Venezuela que habría vuelto con todos los pasajeros. Aquí ponemos los datos arriba de la mesa.
¿Qué es lo que más le ha molestado que se ha dicho respecto de su gobierno?
La oposición tiene dos formas comportarse: una es tratar de ser una oposición firme, pero constructiva, que eso fue parte del éxito de la transición desde el gobierno militar a la democracia, en los años 90. O puede ser una oposición destructiva, cuyo único objetivo es debilitar o destruir al gobierno. En nuestro gobierno, una parte de la oposición tomó ese camino destructivo. Y nos hemos hecho el firme propósito con los partidos de Chile Vamos de que nuestra oposición no siga ese camino.
Hay cosas que han dicho en el gobierno que no son verdad. Mire, yo siento una cierta solidaridad corporativa con los presidentes y ahora con el Presidente Boric, porque estuve sentado en su mismo escritorio. Yo me acuerdo cuando estuvimos con él en La Moneda, al día siguiente del que fue electo, y yo le planteé que ser oposición destructiva es muy fácil: basta con encontrar un problema, transformarlo en un escándalo moral, ético y exigirle al gobierno la solución inmediata. Y le dije ‘pero en pocas semanas más, usted va a estar a este lado del escritorio y, en consecuencia, va a tener que enfrentar no solamente la denuncia y el escándalo, sino que ver cómo se soluciona, y es mucho más difícil’. Siento que esa es una buena lección, tanto para los que están en el gobierno como para los que estamos en la oposición.
¿Y no resiente que esa oposición destructiva, que usted apunta, esté hoy en el gobierno y ahora ustedes opten ser oposición constructiva?
Bueno, el camino más fácil es ser una oposición ciega, sorda, que critica y obstruye todo. Pero ese es un muy mal camino para Chile. Nosotros, cuando recuperamos la democracia, inauguramos el concepto de democracia de los acuerdos, cuando estábamos dando los primeros pasos en una democracia que era débil y que podía tropezar. Y eso ha sido una especie de ADN de la forma en que nosotros hemos hecho oposición.
Y cuando está con Boric en La Moneda, al día siguiente de su triunfo, ¿no se le venía a la mente la imagen suya diciéndole que lo perseguiría por violaciones a los derechos humanos?
Me acuerdo muy bien de esa afirmación. La conversamos cuando estuvimos juntos. Y no es una afirmación consistente con una verdadera democracia y un Estado de Derecho en que hay independencia y autonomía de los distintos poderes. Quienes juzgan son los tribunales, no los presidentes.
¿Cómo ha visto el giro que ha ido dando el Presidente Boric con el correr de los meses?
Hay dos tipos de candidatos a la Presidencia: los que creen que tienen una buena opción de llegar y que piensan cada palabra que dicen, porque van a tener que responder por ellas cuando sea Presidente. Y están los candidatos que no creen que van a llegar a ser presidentes y que se cuidan menos.
¿Ese era Boric?
Lo que pasa es que muchas de las frases de los candidatos envejecen mal. Por ejemplo, un tema que está hoy día en la primera línea de las prioridades de la gente, que es la seguridad ciudadana, con esta ola desatada de violencia, de crimen organizado, de narcotráfico, de terrorismo, de encerronas, etc., fue un tema muy prioritario durante nuestro gobierno. Teníamos una agenda de seguridad que fue obstruida y rechazada por la entonces oposición y actual gobierno. Y ellos, desde el gobierno, hoy se dan cuenta de que otra cosa es con guitarra…
Debe de ser el dicho más odiado por el gobierno actual…
De hecho, cuando escuchábamos estas críticas, lo conversábamos con algunos de los ministros del comité político, y en ese momento era muy probable que Boric pudiera ser Presidente. Y decíamos “cuando se sienten aquí, van a darse cuenta de que otra cosa con guitarra”.
¿Ha conversado con Boric últimamente?
Algunas veces, desde que él fue electo.
¿Y cómo lo siente? ¿Ha logrado “habitar la República”, como él dice?
Habitar la República. ¡Qué palabras tan grandes! Bueno, no es fácil habitar en la República. Y es un proceso de aprendizaje, no hay curso para ser Presidente, no hay universidad que capacite para ser Presidente. Yo aprendí mucho en las dos presidencias.
¿Qué aprendió?
Bueno, a escuchar más. A reflexionar más. Le pongo un ejemplo: la noche del 12 de noviembre del 2019 fue una noche muy violenta. Lo que aquí hubo fue un estallido destructivo, que estaba dispuesto a quemarlo todo. Además, hubo una expresión muy fuerte de demandas legítimas, pero es aparte de la violencia. Ese día, yo leí una carta firmada por todos los partidos de la oposición, que realmente no la pude creer: no había una sola palabra de crítica a la brutal violencia que estábamos viendo. Esa noche, yo estaba en mi oficina y había mucha tensión, mucha angustia, mucha desesperación. Y todos quienes estaban ahí, argumentaban con pasión qué es lo que había que hacer. En un momento determinado, les pedí que se fueran y que me dejaran solo. Tenía dos caminos: el camino de la fuerza, que muchos lo pedían con vehemencia, o el camino de la democracia, por el cual opté al proponer el Acuerdo por la Paz, la Justicia y la Nueva Constitución.
Ya, pero yo le preguntaba qué aprendió.
Esa noche uno siente la soledad, el peso y también la responsabilidad del poder. Y ahí uno aplica lo que ha aprendido: a escuchar más, a estar más dispuesto a cambiar de opinión, a no tomar decisiones de forma precipitada. Aprendí también a trabajar en equipo, porque un buen líder es el que es capaz de formar, motivar y también exigir y controlar a buenos equipos. Y también a escuchar a la sociedad civil en forma directa.
Otra cosa muy importante es que yo en los momentos más álgidos muchas veces les pedía la opinión de los expresidentes, porque su experiencia es muy valiosa.
Boric no lo llama mucho para pedirle consejos, ¿o sí? Con Ricardo Lagos y con Michelle Bachelet tiene una relación fluida.
Yo he tenido conversaciones con Boric. Pero eso queda dentro del mundo de lo privado.
Esa noche del 12 de noviembre, ¿usted sintió miedo?
No tuve tiempo para sentir miedo. Cuando empecé a ver esa violencia desatada, más que miedo sentí la tremenda responsabilidad de enfrentarla. Y siempre teníamos este doble criterio: por un lado, proteger el orden público, que es parte esencial del Estado de Derecho, y al mismo tiempo proteger los derechos humanos. Eso fue un equilibrio que estuvo vigente durante muchos meses.
Tiene todavía muchas querellas por violaciones a los derechos humanos durante el estallido.
En Chile presentar una querella es un trámite formal. Basta un artículo del Código Penal, una fotocopia de un diario y un abogado patrocinante. Y como estos delitos son delitos de acción pública, el que asume la investigación es el Estado a través de la fiscalía, y el demandante se va a su casa a preparar la próxima querella. Eso es un mal camino, porque hoy, por las mismas razones por las cuales se me invoca a mí acusaciones de esa índole, uno podría hacérselas al actual gobierno.
A ver…
Por las mismas razones.
Pero no hay pérdidas de ojos, ni las situaciones que se veían en su gobierno.
Pero hay lesionados… Lo que yo quiero decir con esto es que hay que ser muy responsable con las acciones, con los instrumentos que entrega el Estado de Chile. Tanto con las acusaciones constitucionales como con el uso del Poder Judicial como instrumento de lucha política.
Fuente: La Tercera