El actual presidente de El Salvador, Nayib Bukele, busca la reelección liderando las encuestas y aprovechando su popularidad por las controvertidas medidas en la lucha contra las pandillas, pero contrastado por la ausencia de un nuevo plan de gobierno, saltar la prohibición constitucional de ser reelecto y las denuncias por violación a los derechos humanos.
Bukele dio el gran salto en la política salvadoreña tras su expulsión del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, izquierda), ahora partido minoritario de oposición, en 2017. Su imagen de político joven le permitió capitalizar el descontento de los salvadoreños contra la clase política y en 2019 arrasó en primera vuelta.
El país enfrentaba una ola de corrupción y violencia de las pandillas que, de hecho, en 2015 habían convertido a El Salvador en el más mortífero del mundo.
A finales de marzo de 2022, el Congreso decretó un régimen de excepción para suspender garantías constitucionales a petición del Gobierno de Bukele y arrancar así la llamada “guerra contra las pandillas” tras una escalada de homicidios.
De acuerdo con las encuestas publicadas en el marco de la campaña electoral, este régimen es el principal activo para la popularidad de Bukele, principalmente por la reducción de la presencia de las pandillas en las comunidades populares.
Según datos del gobierno, el 2023 fue el año más seguro en la historia del país, con un promedio de 0,4 homicidios al día, pero su estrategia de seguridad le ha valido miles de denuncias por presuntas violaciones a los derechos humanos, debido a las detenciones arbitrarias realizadas sin orden judicial, supuestos malos tratos en las cárceles y muertes bajo custodia del Estado.
Hasta la fecha, se han registrado más de 75.000 detenidos por presuntos vínculos con pandillas, de los que más de 7.000 fueron liberados, según cifras del gobierno, convirtiéndose El Salvador en el país con la tasa de presos más alta del mundo, cuyo símbolo fue la construcción de la conocida como “megacárcel”.
Por esto, la mayoría de salvadoreños asegura vivir más tranquilos, sin sufrir extorsiones y pudiendo circular por zonas que antes estaban tomadas por pandillas que aterrorizaron al país durante décadas.